Nació en Caracas, Venezuela, 1938. Poeta, ensayista y bibliógrafo. Profesor e investigador Titular Jubilado de la Escuela de Letras, de la Universidad de Los Andes. Comienza su vida literaria en la revista En Haa junto con Teodoro Pérez Peralta, Jorge Nunes, José Balza, Carlos Noguera y Argenis Daza Guevara. También colaboró con Jakemate (Caracas, 1972) y Falso Cuaderno (Caracas, 1976). Creador de las revistas Axial y K (1966 y 1971). Lubio Cardozo ha dedicado buena parte de su vida a la investigación literaria, la crítica y la documentación. Fue Director de la Escuela de Letras (1975-1976), Director-fundador del Instituto de Investigaciones Literarias «Gonzalo Picón Febres» de la ULA (1977) y Decano de la Facultad de Humanidades (1977-1980). Recibió el Premio Municipal de Literatura de Mérida (1982), Premio de Ensayo en la Universidad del Zulia (1969).
     
     

OBRA LITERARIA:

De crítica literaria y estudios bibliográficos ha editado más de treinta títulos entre libros y folletos. Entre su obra destacamos: Antología de la poesía merideña (1969). La poesía de Mérida en Venezuela (1971), Epítome de la poesía en Mérida (1993), Andrés Bello: Antología distinta (1975), Bibliografía de la literatura merideña (1967), Bibliografía de Bibliografías sobre literatura venezolana en bibliotecas de Madrid, París y Londres (1975), Formas estructurantes del poema lírico (Solar, 2003). Entre sus poemarios: Extensión habitual (1966), Apocatástasis (1968), Contra el campo del rey (1968), Salto sobre el área no hollada (1971), Fabla (1974). Paisajes (1975), Poemas de Caballería (1983), Solecismos (1986), Poemas (1992), Lugar de la palabra (1993), Un verso cada día (1995) y Ver (1999).

 

 

SOLECISMO EN M

Mujer
La mujer, la miel.
Melanita la mirada; movimiento el del mar.
Muelle de mejorana y mirra.
Montaraz morada de musgo,
melisma contra la mesticia.

 

 

FOGATA

A mi padre

Así, con la sonrisa de un victorioso tahúr,
furtiva la muerte se posa delante de ti, sorprendido.
Ya no habrá chance.
El viejo, sentado en su mecedora,
vio flagrar una vez más el abey,
sus corolas enrojecidas.
Lo sembró con dulces manos su padre,
aún él era un niño.
En verdad un gigantesco reloj del gran tiempo encarnaba,
fanal sólo para marcar zancadas de vida
cuando encendía sus fogatas en medio del aire.
El final del júbilo, pese a todo.
El final de la risa de los niños,
de los pájaros y la lluvia
sobre la hierba luminosa, bajo ancianos pinos.
El final de la vida, furtivo.

 

 

DIAFANIDAD

Sin embargo me detengo y digo ¡alto!
amo esta parcela de locura.
Por el espejismo del encanto
mi estandarte de emoción enarbolo
ante la tempestad del caos.
Tiempo mirada,
horizontes del infortunio
de este sílex vagabundo
en el dédalo del sueño.
¡Ah solar sabor!
¡Oh instinto enamorado de las cosas!

 

 

NÓMADA

Desde mi escritorio voy como un nómada
de la hoja en blanco sobre sus parajes y hemisferios.
De repente, delante del balcón retaban los meses, los años.
Ambular para disolver la tristeza de la sabiduría.
Destino entre limosos valles, cerros y neblinas;
aún más desasosiega el bello verdor
(o la vasta túnica de yerba florecida, amatista
de noviembre con las lluvias frías).
Confín de arena encendida, añoranza.
En vergel de pájaros y fragancias cautivo.